viernes, 29 de febrero de 2008

Un tacto con tu ignorancia.


Tu rostro,

Se confunde,

Con la neblina,

En esta ruta,

Que es dispersa,

Y me desconcierta.

Tus ojos,

Como dos faroles,

Me alumbran,

El alma.

Y tus luces

Interiores,

Me corrompen.

En silencio,

Permito sigilosamente,

Que entres,

Por mis manos,

Como el aire,

Llenando mi cielo,

De estrellas.

Caminar,

Sobre tu sombra,

Tranquiliza mi espasmo,

O lo aclama,

Te pretendo,

O te veo,

Como algo,

Intenso,

De lo cual,

Es imposible

Escapar.

Es inútil,

El mirarte,

De repente,

Se pervierte

Mi existencia,

Y cosas raras.

Estas ahí,

Por momentos,

Me secuestras

Y me invades,

De manera,

Particular,

De la misma

Forma

Que hacemos,

Nuestros pasos

Al costado,

De los cuales,

Escapo,

Inconciente,

Aún inconciente,

Después de tus alas,

Después de la nada

Después del todo

De lo que nos sale

Sólo a veces

Nos involucramos,

No demasiado,

Pero huimos,

De nuestros actos,

Constantemente.

(Y buscamos una felicidad perecedera, de la cual nos hacemos dependientes, sabiendo muy bien con que bueyes aramos, sabiendo que al final del puente sólo hay puente y que éste no se sostiene de un solo lado, sobre todo, no se sostiene del lado débil, del que tiende a derrumbarse, del que tiende a sentirlo, a tocarlo. A veces son sólo sueños, pero persisten, entre tanta deshora, y esa persistencia, esa realidad nos hace caer en la trampa, la que miro dentro de tus ojos, en la que por casualidad he caído)

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