jueves, 24 de abril de 2008

Charly García

Podés pasear en limousine
Cortar las flores del jardín
Podés cambiar el sol
Y esconderte si no quieres verme.
Puedes ver amanecer
Con caviar desde un hotel
Y no tienes un poquito de amor para dar.
Yendo de la cama al living
Sientes el encierro
Yendo de la cama al living.
Podés saltar de un trampolín
Batir un record en patín
Podés hacer un gol,
Podés llevar tu luna al cielo
Puedes ser un gran campeón
Jugar en la selección
Y no tienes un poquito de amor para dar.
Yendo de la cama al living
Sientes el encierro
Yendo de la cama al living.
Oh no no no
No hay ninguna vibración
Aunque vives en el mundo de cine
No hay señales de algo que vive en mí.
Voy yendo de la cama al living
Sientes el encierro
Voy yendo de la cama al living.

miércoles, 23 de abril de 2008


Te veo.
Intermitencias.
Te miro.
Rayos desde el sol, perpendiculares.
Me miras.
Luces rojas.
Nos tiramos del puente.
Lo logramos.

domingo, 20 de abril de 2008

Te adoro igual, Charles Baudelaire


Te adoro igual que a la bóveda nocturna,
¡oh vaso de tristeza, gran taciturna!
Y te amo tanto más, bella, cuanto más me huyes;
y cuanto más me pareces encanto de mis noches,
irónicamente aumentar la distancia
que separa mis brazos de la inmensidad azul.
Avanzo en los ataques y trepo en los asaltos
como junto a un cadáver un coro de gusanos,
y amo tiernamente, bestia implacable y cruel,
incluso tu frialdad, que aumenta tu belleza.

sábado, 19 de abril de 2008


La "Muerte Roja" había devastado el país durante largo tiempo. Jamás una peste había sido tan fatal y tan espantosa. La sangre era encarnación y su sello: el rojo y el horror de la sangre. Comenzaba con agudos dolores, un vértigo repentino, y luego los poros sangraban y sobrevenía la muerte. Las manchas escarlata en el cuerpo y la cara de la víctima eran el bando de la peste, que la aislaba de toda ayuda y de toda simpatía, y la invasión, progreso y fin de la enfermedad se cumplían en media hora.

Pero el príncipe Próspero era feliz, intrépido y sagaz. Cuando sus dominios quedaron semidespoblados llamó a su lado a mil caballeros y damas de su corte, y se retiró con ellos al seguro encierro de una de sus abadías fortificadas. Era ésta de amplia y magnífica construcción y había sido creada por el excéntrico aunque majestuoso gusto del príncipe. Una sólida y altísima muralla la circundaba. Las puertas de la muralla eran de hierro. Una vez adentro, los cortesanos trajeron fraguas y pesados martillos y soldaron los cerrojos. Habían resuelto no dejar ninguna vía de ingreso o de salida a los súbitos impulsos de la desesperación o del frenesí. La abadía estaba ampliamente aprovisionada. Con precauciones semejantes, los cortesanos podían desafiar el contagio. Que el mundo exterior se las arreglara por su cuenta; entretanto era una locura afligirse. El príncipe había reunido todo lo necesario para los placeres. Había bufones, improvisadores, bailarines y músicos; había hermosura y vino. Todo eso y la seguridad estaban del lado de adentro. Afuera estaba la Muerte Roja.

Al cumplirse el quinto o sexto mes de su reclusión, y cuando la peste hacía los más terribles estragos, el príncipe Próspero ofreció a sus mil amigos un baile de máscaras de la más insólita magnificencia.

Aquella mascarada era un cuadro voluptuoso, pero permitan que antes les describa los salones donde se celebraba. Eran siete -una serie imperial de estancias-. En la mayoría de los palacios, la sucesión de salones forma una larga galería en línea recta, pues las dobles puertas se abren hasta adosarse a las paredes, permitiendo que la vista alcance la totalidad de la galería. Pero aquí se trataba de algo muy distinto, como cabía esperar del amor del príncipe por lo extraño. Las estancias se hallaban dispuestas con tal irregularidad que la visión no podía abarcar más de una a la vez. Cada veinte o treinta metros había un brusco recodo, y en cada uno nacía un nuevo efecto. A derecha e izquierda, en mitad de la pared, una alta y estrecha ventana gótica daba a un corredor cerrado que seguía el contorno de la serie de salones. Las ventanas tenían vitrales cuya coloración variaba con el tono dominante de la decoración del aposento. Si, por ejemplo, la cámara de la extremidad oriental tenía tapicerías azules, vívidamente azules eran sus ventanas. La segunda estancia ostentaba tapicerías y ornamentos purpúreos, y aquí los vitrales eran púrpura. La tercera era enteramente verde, y lo mismo los cristales. La cuarta había sido decorada e iluminada con tono naranja; la quinta, con blanco; la sexta, con violeta. El séptimo aposento aparecía completamente cubierto de colgaduras de terciopelo negro, que abarcaban el techo y la paredes, cayendo en pliegues sobre una alfombra del mismo material y tonalidad. Pero en esta cámara el color de las ventanas no correspondía a la decoración. Los cristales eran escarlata, tenían un color de sangre.

A pesar de la profusión de ornamentos de oro que aparecían aquí y allá o colgaban de los techos, en aquellas siete estancias no había lámparas ni candelabros. Las cámaras no estaban iluminadas con bujías o arañas. Pero en los corredores paralelos a la galería, y opuestos a cada ventana, se alzaban pesados trípodes que sostenían un ígneo brasero cuyos rayos se proyectaban a través de los cristales teñidos e iluminaban brillantemente cada estancia. Producían en esa forma multitud de resplandores tan vivos como fantásticos. Pero en la cámara del poniente, la cámara negra, el fuego que a través de los cristales de color de sangre se derramaba sobre las sombrías colgaduras, producía un efecto terriblemente siniestro, y daba una coloración tan extraña a los rostros de quienes penetraban en ella, que pocos eran lo bastante audaces para poner allí los pies. En este aposento, contra la pared del poniente, se apoyaba un gigantesco reloj de ébano. Su péndulo se balanceaba con un resonar sordo, pesado, monótono; y cuando el minutero había completado su circuito y la hora iba a sonar, de las entrañas de bronce del mecanismo nacía un tañido claro y resonante, lleno de música; mas su tono y su énfasis eran tales que, a cada hora, los músicos de la orquesta se veían obligados a interrumpir momentáneamente su ejecución para escuchar el sonido, y las parejas danzantes cesaban por fuerza sus evoluciones; durante un momento, en aquella alegre sociedad reinaba el desconcierto; y, mientras aún resonaban los tañidos del reloj, era posible observar que los más atolondrados palidecían y los de más edad y reflexión se pasaban la mano por la frente, como si se entregaran a una confusa meditación o a un ensueño. Pero apenas los ecos cesaban del todo, livianas risas nacían en la asamblea; los músicos se miraban entre sí, como sonriendo de su insensata nerviosidad, mientras se prometían en voz baja que el siguiente tañido del reloj no provocaría en ellos una emoción semejante. Mas, al cabo de sesenta y tres mil seiscientos segundos del Tiempo que huye, el reloj daba otra vez la hora, y otra vez nacían el desconcierto, el temblor y la meditación.

Pese a ello, la fiesta era alegre y magnífica. El príncipe tenía gustos singulares. Sus ojos se mostraban especialmente sensibles a los colores y sus efectos. Desdeñaba los caprichos de la mera moda. Sus planes eran audaces y ardientes, sus concepciones brillaban con bárbaro esplendor. Algunos podrían haber creído que estaba loco. Sus cortesanos sentían que no era así. Era necesario oírlo, verlo y tocarlo para tener la seguridad de que no lo estaba. El príncipe se había ocupado personalmente de gran parte de la decoración de las siete salas destinadas a la gran fiesta, su gusto había guiado la elección de los disfraces.

Grotescos eran éstos, a no dudarlo. Reinaba en ellos el brillo, el esplendor, lo picante y lo fantasmagórico. Veíanse figuras de arabesco, con siluetas y atuendos incongruentes, veíanse fantasías delirantes, como las que aman los locos. En verdad, en aquellas siete cámaras se movía, de un lado a otro, una multitud de sueños. Y aquellos sueños se contorsionaban en todas partes, cambiando de color al pasar por los aposentos, y haciendo que la extraña música de la orquesta pareciera el eco de sus pasos.

Mas otra vez tañe el reloj que se alza en el aposento de terciopelo. Por un momento todo queda inmóvil; todo es silencio, salvo la voz del reloj. Los sueños están helados, rígidos en sus posturas. Pero los ecos del tañido se pierden -apenas han durado un instante- y una risa ligera, a medias sofocada, flota tras ellos en su fuga. Otra vez crece la música, viven los sueños, contorsionándose al pasar por las ventanas, por las cuales irrumpen los rayos de los trípodes. Mas en la cámara que da al oeste ninguna máscara se aventura, pues la noche avanza y una luz más roja se filtra por los cristales de color de sangre; aterradora es la tiniebla de las colgaduras negras; y, para aquél cuyo pie se pose en la sombría alfombra, brota del reloj de ébano un ahogado resonar mucho más solemne que los que alcanzan a oír las máscaras entregadas a la lejana alegría de las otras estancias.

Congregábase densa multitud en estas últimas, donde afiebradamente latía el corazón de la vida. Continuaba la fiesta en su torbellino hasta el momento en que comenzaron a oírse los tañidos del reloj anunciando la medianoche. Calló entonces la música, como ya he dicho, y las evoluciones de los que bailaban se interrumpieron; y como antes, se produjo en todo una cesacion angustiosa. Mas esta vez el reloj debía tañer doce campanadas, y quizá por eso ocurrió que los pensamientos invadieron en mayor número las meditaciones de aquellos que reflexionaban entre la multitud entregada a la fiesta. Y quizá también por eso ocurrió que, antes de que los últimos ecos del carrillón se hubieran hundido en el silencio, muchos de los concurrentes tuvieron tiempo para advertir la presencia de una figura enmascarada que hasta entonces no había llamado la atención de nadie. Y, habiendo corrido en un susurro la noticia de aquella nueva presencia, alzóse al final un rumor que expresaba desaprobación, sorpresa y, finalmente, espanto, horror y repugnancia. En una asamblea de fantasmas como la que acabo de describir es de imaginar que una aparición ordinaria no hubiera provocado semejante conmoción. El desenfreno de aquella mascarada no tenía límites, pero la figura en cuestión lo ultrapasaba e iba incluso más allá de lo que el liberal criterio del príncipe toleraba. En el corazón de los más temerarios hay cuerdas que no pueden tocarse sin emoción. Aún el más relajado de los seres, para quien la vida y la muerte son igualmente un juego, sabe que hay cosas con las cuales no se puede jugar. Los concurrentes parecían sentir en lo más hondo que el traje y la apariencia del desconocido no revelaban ni ingenio ni decoro. Su figura, alta y flaca, estaba envuelta de la cabeza a los pies en una mortaja. La máscara que ocultaba el rostro se parecía de tal manera al semblante de un cadáver ya rígido, que el escrutinio más detallado se habría visto en dificultades para descubrir el engaño. Cierto, aquella frenética concurrencia podía tolerar, si no aprobar, semejante disfraz. Pero el enmascarado se había atrevido a asumir las apariencias de la Muerte Roja. Su mortaja estaba salpicada de sangre, y su amplia frente, así como el rostro, aparecían manchados por el horror escarlata.

Cuando los ojos del príncipe Próspero cayeron sobre la espectral imagen (que ahora, con un movimiento lento y solemne como para dar relieve a su papel, se paseaba entre los bailarines), convulsionóse en el primer momento con un estremecimiento de terror o de disgusto; pero inmediatamente su frente enrojeció de rabia.

-¿Quién se atreve -preguntó, con voz ronca, a los cortesanos que lo rodeaban-, quién se atreve a insultarnos con esta burla blasfematoria? ¡Apodérense de él y desenmascárenlo, para que sepamos a quién vamos a ahorcar al alba en las almenas!

Al pronunciar estas palabras, el príncipe Próspero se hallaba en el aposento del este, el aposento azul. Sus acentos resonaron alta y claramente en las siete estancias, pues el príncipe era hombre temerario y robusto, y la música acababa de cesar a una señal de su mano.

Con un grupo de pálidos cortesanos a su lado hallábase el príncipe en el aposento azul. Apenas hubo hablado, los presentes hicieron un movimiento en dirección al intruso, quien, en ese instante, se hallaba a su alcance y se acercaba al príncipe con paso sereno y cuidadoso. Mas la indecible aprensión que la insana apariencia de enmascarado había producido en los cortesanos impidió que nadie alzara la mano para detenerlo; y así, sin impedimentos, pasó éste a un metro del príncipe, y, mientras la vasta concurrencia retrocedía en un solo impulso hasta pegarse a las paredes, siguió andando ininterrumpidamente pero con el mismo y solemne paso que desde el principio lo había distinguido. Y de la cámara azul pasó la púrpura, de la púrpura a la verde, de la verde a la anaranjada, desde ésta a la blanca y de allí, a la violeta antes de que nadie se hubiera decidido a detenerlo. Mas entonces el príncipe Próspero, enloquecido por la ira y la vergüenza de su momentánea cobardía, se lanzó a la carrera a través de los seis aposentos, sin que nadie lo siguiera por el mortal terror que a todos paralizaba. Puñal en mano, acercóse impetuosamente hasta llegar a tres o cuatro pasos de la figura, que seguía alejándose, cuando ésta, al alcanzar el extremo del aposento de terciopelo, se volvió de golpe y enfrentó a su perseguidor. Oyóse un agudo grito, mientras el puñal caía resplandeciente sobre la negra alfombra, y el príncipe Próspero se desplomaba muerto. Poseídos por el terrible coraje de la desesperación, numerosas máscaras se lanzaron al aposento negro; pero, al apoderarse del desconocido, cuya alta figura permanecía erecta e inmóvil a la sombra del reloj de ébano, retrocedieron con inexpresable horror al descubrir que el sudario y la máscara cadavérica que con tanta rudeza habían aferrado no contenían ninguna figura tangible.

Y entonces reconocieron la presencia de la Muerte Roja. Había venido como un ladrón en la noche. Y uno por uno cayeron los convidados en las salas de orgía manchadas de sangre y cada uno murió en la desesperada actitud de su caida. Y la vida del reloj de ébano se apagó con la del último de aquellos alegres seres. Y las llamas de los trípodes expiraron. Y las tinieblas, y la corrupción, y la Muerte Roja lo dominaron todo.




viernes, 18 de abril de 2008

Demonios Yugulares

Te toco con los ojos, te acaricio con el pensamiento, te siento cerca. Te prefiero, te aparto, te acerco, finalmente te acurruco dentro de mi recuerdo. Sentimos amor, sentimos rarezas, nos sentimos perturbados, nos maltratamos para poder disculparnos. Sabemos cosas, sabemos cuan lejos estamos, sabemos lo que necesitamos, sabemos lo que eternamente esquivamos de cada uno. Perdemos por eso también. Pierdo por ti también, pierdo la dureza y la credibilidad, pierdo la salud y el tiempo, pierdo el amor hacia mí misma, lo pierdo todo. Caigo aposentada en tus libertades, caigo dentro de las verdades, caigo al piso por tus mentiras, caigo dentro de tus ojos constantemente, caigo más y más abajo. No te vi, no te tuve, no existís, ni existo. Son sólo horas, cómo no dolerme, amor interminable, pequeño estafador de mis sueños, malvado y pérfido pensamiento que me lleva a tu mismo lugar, que me suguiere la falta, que me asegura la mentira. Tendiendo hilos que me reparen, tendiendo puentes que nos unan, tirando monedas en una fuente, haciendo pasar el tiempo, haciendo nada, haciendo morir cada instante, haciendo huecos en la tierra, diciendo de más, o de menos, declarando imposibilidad, callando, muriendo. Y esas palabras, que aún resuenan en mi mente, esas palabras, que supieron devolverme el aliento, esas palabras, esas dagas, esa sangre.

jueves, 17 de abril de 2008

A la soledad (desde ella)

Es egoísta,

Es libre,

Es dolorosa,

Y confunde ciertamente.

Envilece la realidad

Nos destruye,

Pero nos conforma.

Nos abraza

Nos recompone

Pero nos vacía.

No limita,

A nosotros,

No es más

Que nuestra casa,

Es nuestra mayor compañera,

El espacio vacío

Y nuestras caras,

A través de la lluvia.

Es eso,

Es perro mojado,

Es no encontrar un taxi,

Es quedarse dormido

El sábado a la noche

Es el color que tienen tus ojos.

Te espero a ti, aún te espero


Moscas. Acaso sólo te relaciono con las moscas, acaso todo se termina de la forma más inhóspita, todo tiende a empeorar, en ello mismo, recae la felicidad del momento, de lo que podrá ser peor, de que si hoy eres mosca, mañana serás abejorro, si hoy me duele tu ausencia, mañana me agotará tu muerte. Muy de prisa siento que veo el final, terminamos luchando por lo perdido, con los brazos cruzados, entrecruzados, asfixiados, doloridos, pegados, amordazados, tiernamente enamorando cada uno de los rincones de mi alma, de los cuales creo perder el control , creo sacudir mi cabeza y no encontrar allí una razón para no amarte, ni una que me permita olvidarte… Olvidar qué. Recordar qué. Sólo supimos ser felices, sólo intentamos elevarnos hacia el cielo, y volver, el problema fue, para mi, el volver, el no poder alargar ese vuelo, que siempre acaba siendo una causa más de mis catarsis, de mis venenos, y de mis grises, o azules. A veces cambias de forma, a veces sólo puedo imaginarme matándote, tus formas son diversas, tus caras son hermosas y horribles, al mismo tiempo que el odio se transforma en amor, la metamorfosis de este segmento de nuestro encuentro, estamos locos, y esto produce una sensación de libertad, que huele a olvido, y que huele a libro viejo, a páginas amarillas, en fin. Te tengo como plastilina, te amarro por momentos, entonces, todo cambia de forma, pero, por momentos la rebeldía del ser se manifiesta dejando en mi una tibia sensación de vergüenza, es cierto, la estupidez…





(por que yo voy donde nunca estoy, donde nunca fui)

martes, 15 de abril de 2008

Since i been loving you, i'm about to lose my worried mind.

Oh yeah!

Time..

Sé, que detrás de esa puerta siempre habrá más puertas para perder la paciencia. Sé que detrás de esa verdad se ocultan todas las mentiras. Inmersos en un mar que es infinito, dentro de él, sólo flotamos, hasta el hundimiento repentino y definitivo, no hay más, y esa es la verdad, quien busque en ello más puntos, estará luego, frente a un grandísimo escollo. El problema de la inmortalidad, el problema infinito de estar sumergido eternamente en ese mar. Flotando.

lunes, 14 de abril de 2008

i can talk with you...


Si usted considera que es necesario, pues, adelante, entonces, nadie correrá tras de ti, nadie se arrimará a saber el menor detalle acerca de tu pensamiento, quizás regreses y solo tú te escuches, más bien creo que todo fue una casualidad, y que las luces en la carretera ahora son más pálidas, nada más.

domingo, 13 de abril de 2008

Decadencia

Hasta cuándo el transito por estos pasillos llenos de incertidumbres,
que sólo me conducen a huecos dentro del corazón, hasta cuándo voy a tener que escucharte cariño. Si hace tanto tiempo ya que no nos correspondemos entre tantas mentiras, hace tiempo ya que no podemos tomarnos de la mano y sólo adorar esa posibilidad, hace cuánto querido que no sentimos ya escalofríos en nuestra sola presencia. Yo siento que la llama pretende extinguirse, y que conforma parte de un todo que inevitablemente morirá, de algo que nació muriendo, una cosa tan real como irreal, algo tan infinito como finito, una eternidad efímera, una herida a punto de cicatrizar, y tus ojos que me miran a través de la soledad que sugiere una bocanada de humo turbulento, una oleada de pensamientos vacíos acerca de tu ausencia, la certeza de tu lejanía, una absurda tristeza que recorre mi gesto y lo modifica, haciéndome pálida y perpleja, detonando en mi interior el eterno grito sordo que produce mi extrañamiento, la alegría inimaginable de un olvido, el llanto iluso cayendo por mis muecas. Todo se hunde, absolutamente, dentro del curso de las cosas, de las impotencias que se traslucen en mi mirada, todo tiende a caer, sobre todo en domingo, todo tiende a desaparecer. Entonces inconciente, uno solo pretende escapar a este sentir, tan humillado y despojado, sentir que nos precipita, que nos hace perder.

Cuando llueve en domingo y tú estás solo... Vladimír Holan



Cuando llueve en domingo y tú estás solo,
completamente solo,
abierto a todo, pero no llega ni el ladrón
y no llama a la puerta ni el borracho ni el enemigo;
cuando llueve en domingo mientras tú estás abandonado
y no comprendes cómo vivir sin cuerpo
y cómo no vivir puesto que tienes cuerpo;
cuando llueve en domingo y, solo, no eres más que tú,
¡no esperes ni hablar contigo mismo!
Entonces el ángel es el único que sabe
lo que hay encima de él,
entonces el diablo es el único que sabe
lo que hay debajo de él.

El libro sostenido, el poema al caer...

Dilatación...

Son lapsos.
tus brazos,
no son más que cortos lapsos.
Lazos,
que me relacionan con tu locura,
mentiras que resbalan
dentro de mi mente
haciendo
mover el péndulo de tus actos.
Momentos,
que palpitan interminables torpezas,
pensamientos absurdos,
movimientos innecesarios,
buscando
en tu vida
algo de la mía.

lunes, 7 de abril de 2008

Pigs on the wing part two


No puedo sonreír, siento que algo se derrumba delante de mi, creo que soy yo. Quiero saber si este tren se detiene o si nada es definitivo, otra vez, necesito saber si la farsa es aquí y ahora, quiero saber si te enamora mi desesperación, o mi pérdida de tiempo. No pretendo derivar una culpa, quiero saber si mi problema puede ser a causa de un agente externo, o sólo de mi locura, me gustaría descubrir también, el sentido de este ferrocarril, que es largo y tormentoso, necesito darme una respuesta pronto, soy yo quién está atada a los cálidos rieles? O estoy teniendo una alucinación, o todo esto es, acaso, una alucinación? Todo esto excede mi conocimiento. Trato, pero prefiero cerrar los ojos y sentirte lejos.

sábado, 5 de abril de 2008

[Talita es muy feliz con Traveler, con el circo, peinando al gato calculista antes de que salga a escena, llevando las cuentas del Director. A veces piensa modestamente que está mucho más cerca que Traveler de esas honduras elementales que lo preocupan, pero toda alusión metafísica la asusta un poco y termina por convencerse de que él es el único capaz de hacer la perforación y provocar el chorro negro y aceitoso. Todo eso flota un poco, se viste de palabras o figuras, se llama lo otro, se llama la risa o el amor, y también es el circo y la vida para darle sus nombres más exteriores y fatales y no hay tu tía]


Rayuela

Ha Ha charade you are! (always the same, drive me insane)


La mentira más grande,

No lo soporto.

Es la más grande,

Y no la quiero escuchar más,

Así que por favor cállate,

No respires más si hace falta,

Pero deja ya de mutilarme.

No propongas que tu realidad,

Sea paralela a la mía,

Por que en tu mundo,

De mentira,

Yo no vivo,

Yo no tengo lugar en él.

El lugar de donde viniste,

No me interesa tampoco,

Tu nombre,

Ya no lo recuerdo,

Y tus ojos,

Seguro que van a ser mi mayor pena,

Pero sólo mi pena.

jueves, 3 de abril de 2008


Learning to fly

Little lie...



El aire,

Siento el aire,

Correr por mi cara,

Como una gota de agua,

Que suministra mis alegrías,

Y que hace desaparecer,

Lo que no debió jamás existir.

miércoles, 2 de abril de 2008

"Y después de hacer todo lo que hacen, se levantan, se bañan, se entalcan, se perfuman, se peinan, se visten, y así progresivamente van volviendo a ser lo que no son"


(Julius - Un tal Lucas - Amor 77 )

martes, 1 de abril de 2008

Catarsis




El desencanto, la desaparición de los justificativos de esta enfermedad, el detonante de estas palabras que aún me cuestan. Un circo infinito de irregularidades e idioteces, tu inocencia y mi culpabilidad. Este destrozo, este trozo de sensibilidad violado y ultrajado, maltratado. Un sinfín de razones para salir de aquí, y una voluntad sangrante y deshecha que pretende huir de sí misma para regresar a la vida, para despegarse del moho, de lo sucio y tentador de los momentos vividos. Esos momentos que son por los que hoy sigo aquí. Los mares que hay dentro de mi cabeza me impiden pensar en soluciones, esos mares te representan, en ellos te ves reflejado, jamás permitiré que seas más que un confuso mar de líquido denso, jamás voy a volver al principio, todo esto va a desaparecer y yo también. Vamos a desaparecer, tomaremos forma de flores o de picaflores, según lo que fuimos en algún momento. O simplemente seremos cadáveres, por que sólo fuimos eso, por que nos prendimos fuego, servimos para angustiarnos mutuamente y ese desgaste me consume la carne, y me moldea a fuego una forma cadavérica.

Fragmentos que escapan...


Y esas difíciles
Palabras
Que siempre temí
Decir
Pueden decirse
Ahora:

Te amo.



(Bukowski)

Atom heart mother suite (Pink Floyd) - A clockwork orange

No quarter / LED ZEPPELIN