domingo, 24 de febrero de 2008

Intolerablemente aturdida, soy tres peces en una bolsita.



No puedo encontrar un lugar de tranquilidad sincera, mirando al rededor de mi nada, de mis vacíos actos, del dolor que ellos repercuten. Y mi falta de sentimiento, o la sobra de el, o lo que el es capaz de movilizar, o mi inmovilidad, todo se torna oscuro en este lugar por momentos, por momentos trato de entrar en tu espacio y sentirlo como mío. Siempre ese peligro pútrido que no me deja dar un paso sin pensar en lo trágico que resulta no pensar a veces. Pero esa libertad es muy difícil de alcanzar, ese punto de convergencia de las fuerzas que nos permite ver más allá de lo cotidiano que es encontrarse con dolores de cabeza y por ello el intento de esquivarlos que nos da cuenta de lo insensatos que podemos ser, o lo egoístas que nos volvemos. Lo verdadero, lo que es fácil, lo que es considerado como correcto es lo que nos complica siempre un poco, nos desestabiliza, no tenemos una visión completa de nuestros deseos, de nuestras contradicciones, que a veces son necesarias, a veces hace falta un poco de peligro, para poder entender de que se trata este dolor, el dolor real, el que se presenta y no desaparece por momentos, digámoslo de esta manera, el dolor anticipado, es sólo una defensa. Y las defensas nos hunden. Nada más que eso. (Amor)
Para poder entender todo es necesario sentirlo. Si estamos preocupados por ilusiones, todo el tiempo estaremos muriendo. Muriendo permanente y progresivamente, cada vez morimos con más fuerza. Cada vez el puñal más a fondo, y todo por causa de una privación estúpida. Todo por una explosión venidera, todo por el conocimiento de la extrañeza, todo por la obnubilación de mis ojos ante los tuyos. La repetición del dolor. La lejanía. Las voces absurdas que me sugieren mentiras. Petrificado te veo del otro lado, te siento en otro sitio, más espacios entre medio. El medio de qué... La nada que no existe, lo que existe y no es nada, lo que es nada pero habría de existir en un lugar como este. Y todo desaparece en una lágrima que es lo único que profiere una verdad, un sentimiento que esclarece acaso todo lo que hasta ahora se veía confuso. La claridad con la que toco la idea de algo que no tengo, la tontería que se apodera de mí, la inmovilidad y otra vez tu falta de concreción, tu falta de seriedad, tu estafa constante para conmigo, entonces el miedo y la impotencia. La atadura presente en cada momento, no olvidemos la asfixia y lo aberrante de sentirse así. Enamorada.

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