lunes, 3 de marzo de 2008

I feel


Temerosos recuerdos, cenizas putrefactas dentro de un recipiente acuoso, camas deshechas, tazas rotas y café subsanando las heridas de la madrugada. Nuestros rostros no son los mismos desde que nos interesamos más, desde que el acercamiento empezó a provocar catástrofes. La cuestión es que desde hace tiempo ya que no siento temblar mi cuerpo, o que la costumbre me ha quitado ese placer, el de la incertidumbre, ahora todo es moho, vejez, un paseo sin flores, días enteros sin sol. La amargura de un café pensado para tales situaciones de desperdicio, el acto de morirse hasta en el café. Arriba siempre alguien estará esperando una respuesta, una sensación de que todo marcha bien, de que el tiempo que solemos perder esta perdido y que todo ha acabado finalmente. Ahora se acerca el mediodía, o la medianoche, que en realidad da lo mismo. Lo que veo no es más que un reflejo tuyo en mi, una sombra, un intento fallido de caer como un ave en su nido. Cierto movimiento de piernas, tazas, colchas, me hace dar cuenta que no es cómodo estar en ambientes sofocados, menos en este, donde hay una gran parte de superficialidad, de mentira. La incomodidad de la mentira es un poco insoportable, para quien la percibe, quien la respira y se intoxica. El tiempo perdido dentro de juegos y sabanas, que ni siquiera son nuestras, todo termina siendo cuadrado e in entendible. Y la complejidad de esta locura, que me estremece pensando inútilmente en tiempos pasados y rayuelas que escaparon de mis ojos, cielos que no se dejaron ver, perdiendo el tiempo en estaciones viejas, viéndome pasar, entrando y saliendo, como siempre, huyendo. Y esa lagrima eterna que significa escapar de lo que sería mi primer cielo, la inacabable tertulia de quienes se sienten a gusto, de quienes no conocen el cielo y por ello no lo tocan. De quienes no saben del café entre las sabanas, esas personas sin fuego, que no vieron completamente la majestuosidad del plano horizontal. La tonta ilusión que me hace creer que formas parte de todo esto; La pronta realidad que me sacude haciéndome, una vez más, acreedora de la infalible caída libre, del café, del desamor.

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