domingo, 23 de marzo de 2008

Putrefacciones nocturnas


Al desarmarme me doy cuenta que todo el camino es siempre igual, caer, morir, ponerse otra vez de pie, y así es como sucesivamente repito mis actos una y otra vez por más ilógicos que parezcan, en un ciclo, el ciclo de la estupidez, o de la vida. Pasajes hacia un lugar que me llene de brillo los ojos, pero es inútil, sigo estando en el mismo lugar, luego de un rato, sigo mirando el techo sin devoción alguna, pero lejos de esa tristeza espesa que suele carcomer el sonido de la música, esta vez, entendiendo que la posibilidad de encontrarme sola es lo más seguramente divertido y permanente que tengo, y eso esta bien, pero ese techo… Digamos que siempre hay algo que nos mantiene en desacuerdo con las condiciones normales, hay una grandísima distancia entre el deseo y la realidad, puedo asegurar cada vez estoy más resignada a saber que siempre algo va a estar fuera de su lugar, Merde! Y es así, porque no puedo agitar el mundo cual perro pulgoso para que caiga todo lo molesto y esas cosas. Y al caer en profundo sueño, incluso, nos damos cuenta de otras verdades posibles, maldito inconciente! Cuando te miro entrar por esa puerta, y es tan real el deseo, y es tan tangible tu llegada, cuando tus pasos resuenan tan fuerte en mi cabeza, en ese mismo momento, abro mis dos ojos, y la burla del inconciente lanza una carcajada interminable sobre mis ojos, aún perplejos.

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