domingo, 27 de enero de 2008

Pisando cuadrados*





Es tan resplandeciente verte sonreír, a la vez que mis ojos se desvanecen puedo distinguir el sentido de las miradas que van y vienen en el aire. Y las formas que quedan a mano y nos permiten involucrarnos en este precipicio. Del que no necesitamos escapar. Por que a veces, es sólo un poco diferente.
El mundo del que hablamos ha caducado. Y si no intentamos abrir los ojos quizás nos salga algo caro. La ceguera. El tiempo pisándonos los talones como serpientes, enroscándose, quemando, sacudiendo, y por último asfixiando-lo todo. Y no es sano permanecer siempre dentro de suelos inseguros. No es preciso perderse más en mundos con colores, ni en brillos muy poco pérfidos.
Si aposentamos nuestras catástrofes, y culpamos, estaremos locos. Hay que decidir. Y el momento es siempre este, y siempre desaparece, como por arte de un mago. Como solemos perdernos incapacitados de mover las superficies. Estamos, hasta asustados diría. El cambio es casi siempre tan ajeno que nos conduce a un sitio insoportable. Luego de las cosas nuevas y el arrepentimiento. Luego del mundo que atravesamos aún de la mano. Como tantas otras veces.
Las estaciones van a cambiar, y el clima es cosa de tonto. Pero el invierno enfría el alma, y la solidifica. Espero no ser muy sutil. Pero creo que, de hecho, es la mejor estación del año. Donde uno que prefiere un té caliente, se siente a gusto, puede usar abrigos demasiado llamativos y sentirse bien. Puede abrazar sin sentir esa pesadumbre que es realmente triste y agobiante. No importa. Todo acaba. (todo)

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