sábado, 28 de junio de 2008

Espejos


Romper el tiempo. Halagador. Me enternece, de vez en cuando, y quizás solo un poco, la inocencia. O la simple vista. La versión a priori de un segmento profundo, la risa de mi personalidad, en un segmento completamente vacío. O este momento, indeseado, pero sin embargo, tan existente como la parte que me hace detestarlo. Partes, partes no serían partes de no ser por distancias que no serían distancias si no existieran partes. Cosas que no estarían presentes en ningún lugar de no ser por elementos existentes dentro de mentiras. Entonces, mentiras que terminan siendo la verdad, contradicciones como la del cerrar y abrir los ojos. El soportarlo, el saborear un desdén, perdiendo por ganar, ganando- perdiendo. Todo tan igual a la monotonía de la palabra “cotidianeidad”. Tan igual a la incambiable situación del ser aquí ahora, dependiendo siempre del tiempo, la innecesaria tortura, la perfección deteriorada para siempre. Siempre, esa palabra me recuerda a claustrofobia, ya no puedo divisar entre estas palabras que me llevan más allá y el acá que me aprisiona.

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