sábado, 16 de agosto de 2008
La Maga se quedaba triste, juntaba una hojita al borde de la vereda y hablaba con ella un rato, se la paseaba por la palma de la mano, la acostaba de espaldas o boca abajo, la peinaba, terminaba por quitarle la pulpa y dejar al descubierto las nervaduras, un delicado fantasma verde se iba dibujando contra su piel.
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1 comentario:
Corresponda una Maga por cada Oliveira en la tierra y la tristeza va a poder tener un porqué poético, al menos.
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